Padre Orcolaga Cuando nos acercamos a orillas del Cantábrico lo primero que descubrimos es la línea de horizonte. Esa línea perfecta que separa el cielo del mar y que nos marca la redondez de la tierra. Un mar que se torna, a veces: en color azul, otras gris, verdoso, o rojizo en las puestas de sol; enfadado, en calma, o rizado.
Contemplar el mar, es tener asegurado el espectáculo. Es disfrutar del aroma del salitre, del sonido del aire, de la ola al romperse en la escollera en un estallido de espuma blanca, o recrearse al anochecer con los tonos cálidos del cielo reflejados en el agua. Es el mismo mar que, en días de tormenta, se funde con el cielo, creando un paisaje oscuro con visos dramáticos, inquietantes, y que pone, generalmente en riesgo, a las embarcaciones que quieren alcanzar el puerto.
Pero el tiempo no influye lo mismo para quienes se dedican a contemplar el mar, que para los que viven de él.
Los hombres de la mar, están estrechamente ligados a la climatología, de ella depende que salgan a pescar o quedarse en tierra. De ahí que recurran a los Meteorólogos para saber el tiempo que va a hacer, y si les va a permitir faenar.
Por ello, nos ha parecido oportuno traer a estas páginas a D. Miguel Orcolaga. Meteorólogo del Observatorio de Igueldo, en San Sebastián, quien tuvo gran influencia en el estudio de la meteorología.
Torre del Observatorio de Igueldo
El presbítero D. Juan Miguel Orcolaga y Legarra, nació en Hernani (Guipúzcoa) en 13 de Octubre de 1863.
Desde su niñez demostró señalada inclinación hacia la geología, meteorología y mecánica, en cuyos ramos fue una verdadera autoridad.
En 1876 a los trece años, dio su primera prueba pública de meteorólogo, declarándose contra la influencia que se atribuye para los cambios atmosféricos a las cuatro témporas.
A los quince, acompañando a un tio suyo, se embarcó para Buenos Aires. Durante la travesía, a la altura de Pernambuco (Brasil), anunció una tarde una tormenta, y ésta sobrevino a media noche con fuertes descargas eléctricas y granizo, quedando admirados de lo sucedido la oficialidad de a bordo.
Ingresó en el Seminario de Buenos Aires, donde estuvo un año cursando Latín, Retórica, Historia y Francés, regresando después a Europa por motivos de salud.
Debe consignarse también, que a su ida a América dejó escrito un Calendario para 1879.
Tras descansar en Hernani, se matriculó en 1880 en el Seminario de Vitoria, donde cursó toda la carrera, siendo ordenado en las témporas de Marzo de 1888.
Durante sus estudios, continuó con sus aficiones meteorológicas y geológicas.
En la primavera de 1893, luego de brillantes oposiciones a una canonjía en Vitoria, fue nombrado cura ecónomo o vicario de Zarauz.
Aquí en la casa Rectoral, levantó un pequeño observatorio de madera, y allí fue donde se dedicó a estudiar día y noche y más aún, a meditar acerca de los misteriosos problemas del inmenso campo de la meteorología.
En 1899, teniendo en cuenta la proximidad del Moncayo, donde deseaba efectuar estudios meteorológicos, hizo oposición a otra canonjía de la Catedral de Tarazona (Aragón).
Así las cosas, no se decidía nunca a lanzar al público oficialmente sus predicciones; pero en cambio comunicaba sus observaciones y estudios al director del Observatorio Astronómico de Madrid, Sr. Iñiguez.
Momento decisivo de Orcolaga.
El día 15 de noviembre de 1900, sobrevino la gran perturbación. Previendo que podría ocurrir una gran catástrofe, telegrafió con la debida anticipación a las Diputaciones de Guipuzcoa y Vizcaya para que avisasen a los puertos.
Todos recuerdan lo que fue aquel huracán, y la Prensa estuvo unánime en elogiar al vicario de Zarauz y declarar, que, gracias a su telegrama, se evitó un día de gran luto en nuestras costas. Tal fue aquello que hasta los mismos grandes vapores que frecuentan Bilbao se vieron obligados a interrumpir su salida.
Desde entonces empezaron a favorecer a Orcolaga las Diputaciones de Vizcaya y Guipúzcoa, hasta que meses después decidieron establecer el servicio meteorológico de una manera permanente y oficial.
En Enero de 1902, se trasladó el señor Orcolaga desde Zarauz a Igueldo, organizando su observatorio en la casa de campo de D. Gabriel Diez de Güemes.
Mendizorrotz al fondo Desde Villa Güemes pasó en Junio de 1905 el meteorólogo Sr. Orcolaga a la casa Aize-eder (Buenos Aires), existente más allá de Igueldo, hacia el Mendizorrotz, casa adquirida por la Diputación de Guipúzcoa, y edificio al que se agregó una torre, donde se halla desde entonces instalado definitivamente ese Observatorio Meteorológico Marítimo.
Observatorio (actual)
Observatorio Meteorológico Marítimo. 1905 El Observatorio de Igueldo sostuvo relaciones diarias con el Observatorio Astrónomico y Magnético de Tortosa, que dirigía el ilustre Jesuita R.P. Cirera y con el Real Observatorio Meteorológico de Lisboa, a cuyo frente se hallaba una personalidad científica de la talla del general Pina Vidal. Telegrafiaba igualmente todos los días a las Sociedades de Oceanografía de Burdeos y La Coruña, así como a Bayona, y cuando se apoximaba una perturbación, a los puertos de Guipúzcoa, Vizcaya , Santader, Asturias, y varios de Galicia hasta el Ferrol-Coruña.
En aquellos días, el Gobernador inglés hizo gestiones oficiosas para ver si podría establecerse un servicio diario y directo entre Igueldo y las Islas Británicas.
Aparte de la Diputación, favorecieron de una manera decidida al Sr. Orcolaga, la Liga Marítima Española, en especial su secreatrio general D. Adolfo de Havarrete y las Sociedades de Oceanografía de Burdeos, La Coruña y Lisboa.
Igualmente le honró con sus frecuentes visitas al Observatorio de Igueldo, la familia Real española, y con este motivo es digna de consignarse la que , en 25 de Julio de 1904, festividad de Santiago, efectuaron S.M. la Reina Madre, la Princesa de Asturias y S.A.R. la Infanta Doña Teresa.
Dedicatorias de La Reina Madre, y otros
Inventor de varios importantes aparatos, fabricados o dirigidos por él mismo, debiendo citarse el Anemo-hitróscopo que señala a la vez la lluvia y el viento; el Microbarómetro, instrumento que aprecia las más imperceptibles variaciones del barómetro.
Microbarómetro
El Anemóscopo con freno automático, que señala la dirección automática del viento; el Pluviómetro doble o Compensador, y el barómetro despertador, interesante aparato de perfecta relojería.
Aparte de sus conocimientos científicos y de los instrumentos inventados, que tanto llamaron la atención de Alammarlón y al director del Observatorio Imperial Astronómico de Berlín, cuando sus viajes a Igueldo, ha dado justa fama y resonancia europea al Sr. Orcolaga, el transcendental descubrimiento que efectuó en otoño de 1902, estando ya instalado en Igueldo.
Pluviómetro registrador de la cantidad de agua caída
durante el día de lluvia, con expresión de la hora.
D. Pedro Orcolaga, hermano de Juan Miguel, sustituía a su hermano al frente del Observatorio, durante su ausencia.
Después de catorce años de profundos estudios y de constantes observaciones, halló una de las leyes fundamentales de que se vale para la previsión científica del tiempo. Luchó con grandes y graves dificultades meteorológicas, magnéticas y astronómicas, y siempre vislumbró y dio por fin un golpe de intuición, con la ley de previsión del tiempo y sus consecuencias.
Falleció en 1914 en San Sebastián. Los restos mortales descansan en el Cementerio de Igueldo.
Panteón de la Familia Orcolaga. Cementerio de Igueldo.
Fuente:
Pedro M. de Soraluce. Conservador del Museo Municipal. Revista NOVEDADES. Año I. Número 18. San Sebastián, 24 de Octubre de 1909.
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